En tránsito
Stephan Jacob se define como un hombre trans homosexual. Nació en Bélgica hace 54 años y reside en La Plata, desde hace uno. Hasta los 48 vivió como mujer, tuvo dos hijxs, un marido, luchó por el derecho al aborto. Pero un día vivir como varón se manifestó como “urgencia” impostergable y empezó su transición. Actualmente es uno de lxs organizadorxs del Festival ¿Anormales? por la visibilidad de los chicos trans, las personas intersex y las lesbianas.
Ser un chico trans es...
—Ser un auténtico varón con una historia diferente a la historia de quien fue asignado varón al nacer. Esa historia es la de ser educado como una chica y haber ocupado ese lugar de chica en una sociedad sexista. Y es también la historia de haberme confrontado a la transfobia, sentir en el cuerpo la violencia que opera en esta sociedad contra quien se atreve a enfrentar las normas del género. Ser chico trans es haber padecido, en mi historia como chica, cuando era visto como chica, todo el discurso sexista, y luego, como trans, todo el discurso médico y psiquiátrico. Es por eso que cuando la gente me pregunta si en otra vida me gustaría nacer chico, yo respondo que no, a mí me gustaría volver a ser trans. Parte de la riqueza de ser trans está en esta historia del tránsito. Esta experiencia forma parte importante de mi historia y de mi identidad trans.
Esto es algo de lo que se ha dicho poco...
—Sí, y tiene que ver con la transfobia, una transfobia externa e interna que hace que uno se sienta con vergüenza de ser lo que es y decirlo, pero infelizmente creo que sobre todo se debe a que para la gente en general la vida trans es siempre asociada al sufrimiento. Ser trans es ser visto como alguien que como mucho merece compasión, alguien cuya vida nos produce la exclamación de “¡pobre chico!”. Pero ésta no es la experiencia que yo rescato, mi experiencia es rica, e inigualable, es de haber tenido la oportunidad de vivir en la adultez una segunda pubertad, de haber experimentado al menos tres formas de estar y ser percibido en el mundo. Mi cuerpo considerado como “monstruoso” y fuera de la norma es productor de un placer inimaginable, replantea la idea de la belleza y de lo sexy.
Vos has sido un activista de muchos años...
—En Bélgica, a los 17 años y siendo mujer, he sido activista por la legalización del aborto. Luego ya estando en Portugal, donde viví por varios años, casado y con dos hijxs, me puse en contacto por medio de la Internet con una comunidad trans en lengua francesa que operaba desde Francia, Bélgica, y otros países europeos, pero donde había muy pocos chicos trans. Y es que la llegada a la visibilidad de los chicos trans en Europa es de hace poco tiempo, cuatro o cinco años atrás, no mucho más. En Portugal ya casada y con hijxs, he pasado por una etapa en la que me era imposible seguir viviendo como mujer pero tampoco sabía lo que era ser trans. En este tiempo yo acabé diciéndome que esperaba terminar la crianza de mi hijo más chico para después suicidarme. En el mientras me encontré un día en la Internet con la palabra transexual, trans...chico trans...aleluya, ya está, me dije (se ríe).
¿Y cómo fue ese encuentro con la comunidad trans?
—Fue de revelación y de salvación para mí. Pero cuando viajé a Francia para encontrarme con otrxs activistas trans, al presentarme como trans y homosexual, me dijeron: “Tú no tienes cualidad para ser trans, no existes, no puedes ser trans y ser homosexual”. Me confronté así con un segundo problema, con toda la restricción de la propia comunidad trans que asume los criterios normativos del género y la sexualidad. Más allá de esto, ciertamente la comunidad trans es un lugar de contención, de ayuda básica. La fuerza que da la comunidad es gigante porque cuando llegas a la consulta médica o a la de endocrinología ellxs conocen menos que nosotrxs acerca de nuestra condición. Nosotrxs tenemos más información porque hemos compartido nuestras historias y testimonios y llegamos a ser nuestrxs propixs expertxs.
Uno de los cortos que presentarán en el Festival muestra a varones trans en una marcha de visibilidad...
—Se trata de un corto sobre la primera participación de los chicos trans en las marchas “Existrans” (http://www.existrans.org/) de visibilidad de la comunidad trans que se realiza cada año en Europa y en algunos países de América desde hace ya 14 años. La marcha se realiza cada año en un país distinto. En ellas los chicos trans nos sacamos la remera para mostrar con orgullo las marcas corporales que nos quedan como parte del tránsito de identidad. En estas marchas también se han integrado las personas intersex y contamos con reivindicaciones específicas de parte de este grupo. Una de las reivindicaciones más importantes de la marcha es contra la psiquiatrización y los protocolos elaborados y usados para diagnosticar la “disforia de género”. Como dice la consigna del grupo trans de España, La Guerrilla Travolaka: hay que cambiar la idea de “disforia de género” por la de “euforia de género”.
¿Cómo valoras la articulación de lxs trans con las lesbianas, lxs intersex y el resto de la comunidad LGTB?
—Para mí la articulación es muy importante y necesaria. No veo el activismo sin la posibilidad de ir juntxs en contra del sexismo, la heteronormatividad y la psiquiatrización. Si hay algo que debe unirnos a las mujeres, a las lesbianas y a lxs disidentes de género y sexual es el reclamo por el derecho al propio cuerpo. Ese derecho al propio cuerpo se expresa tanto en la lucha por la legalización del aborto como en la batalla contra la esterilización forzada a que son sometidos los chicos trans en Europa. Si una chica pide ser esterilizada no se lo permiten, en cambio a los trans se nos obliga como parte del protocolo de adecuación corporal. A lo que nos enfrentamos es a una discriminación e imposición de roles de género bajo la patologización de todo aquello que enfrenta la normas. Esta es la base del sexismo, del rechazo a la homosexualidad, a la identidad transgénero o al cuerpo intersex. Es la misma cosa. Es por esto que tenemos mucho para trabajar junto al feminismo, aunque los grupos feministas esencialistas lo nieguen y se resistan.
La cuestión trans está articulada a la transfobia y a la violencia que genera ¿qué dicen las estadísticas?
—Las estadísticas oficiales dicen poco, éstas apenas hablan de la violencia verificable en un cuerpo verificable a través de protocolos definidos por el Estado y la medicina que determinan lo que es cada quien. Entonces las estadísticas sólo hablan de las personas que de acuerdo con el protocolo oficial son trans. El resto queda como basura, este resto no cuenta ya que no responde a los criterios oficiales o el cuerpo médico no ha intervenido en el proceso de la definición. La asociación canadiense ATQ (http://www.atq1980.org/archives/articles/statistiquessurlespersonnestranssexuelles.html) afirma que un 33,3% de las personas trans se suicida antes de conseguir la transición. Esto, por ejemplo, no aparece en la estadística oficial. En Francia, si yo me someto al protocolo de cambio de sexo, yo no soy declarado como trans debido a que soy homosexual. Para el cuerpo psiquiátrico francés yo soy alguien heterosexual y con hijos. Son incapaces de reconocer la diferencia entre la orientación sexual y el género. En Portugal me pasó lo mismo. Había cuatro criterios que yo no cumplía para poder ser catalogado como trans: mi orientación sexual, la edad de mi transición, el haber tenido hijos y mi estado civil de casado. Se podría decir que yo fui el primer casamiento homosexual ilegal en Portugal (ríe).
¿Por qué organizar un Festival de cine y documental sobre chicos trans, intersex y lesbianas?
—Hay varias razones. Primero, para visibilizar identidades que siempre han quedado en la parte de atrás del movimiento LGTBI; en particular, la comunidad de chicos trans ha sido la menos mostrada por los medios. Segundo, porque hay muchos chicos trans invisibles que ni siquiera pueden nombrar su experiencia porque no encuentran el nombre que la represente. También, porque hay que ganarle al machismo y al sexismo que hace representable y apropiable la femineidad y que objeta la posibilidad de apropiación y representación de lo masculino por voces no autorizadas. No es casual que las chicas trans gracias a esto gocen de mayor popularidad, que sus cuerpos sean la foto de tapa de las marchas del orgullo. Para una cultura patriarcal y heteronormativa los chicos trans somos desechables porque quedamos fuera del mercado de consumo al servicio del varón heterosexual. El chico trans se vuelve una figura inadmisible, odiosa, indeseable. El chico trans no interesa al mercado de la imagen. Lo mismo podemos decir de las lesbianas y las personas intersex.
El Festival “¿Anormales?” va dirigido a restaurar estas imágenes rechazadas, pretendemos contribuir a su visibilidad.
Festival ¿Anormales? Del 17 al 21 de marzo, Casa Brandon.
festivalanormales.blogspot.com
brandongayday.com.ar
extraído de suplemento Soy (26/2/2010)
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